• Un EsPaCiO pArA cOnOcEr MáS dE cErCa A lA cIuDaD qUe NuNcA dUeRmE... pArA dEsCuBrIr QuÉ nO lA dEjA dOrMiR...

  • A quién no le han contado alguna vez algún relato extraordinario pero que sin embargo roza el costado de lo increíble. Son experiencias que le ocurrieron al amigo de un amigo o al vecino de Fulanito pero que dentro de la cadena de relaciones nunca permiten llegar a la raíz del asunto. Lo cierto es que esas historias constituyen las leyendas urbanas de cada ciudad, sus cualidades míticas.

2008-12-13

Confusión, confusión...

El sábado a la tarde, un hombre termina en un hotel alojamiento, más conocido como "telo".
Cuando ingresa al estacionamiento con el auto, ve, unas filas más adelante, el auto de su amigo. Inconfundible, la calcomanía en la luneta trasera, ese color verde horrible y sus tan preciadas tazas plateadas. Antes de entrar, para hacerle una broma, se le ocurre sacarle una de las tazas al auto. Algo que sabía que le iba a doler muchésimo, por cómo las cuidaba.
El domingo a la tarde, sale a dar una vuelta y decide pasar por la casa de su amigo a devolverle su tan preciado tesoro, ya que se imaginaba iba a estar tirado en su sillón lamentando que le hayan robado una de las tazas del auto.
Llega a su casa, toc timbre, sale y se produce la siguiente situación:
A: "Que hacessssss !!?? Como andas !!??"
B: "Bien loco... ¿vos?"
A: "Todo bien, todo bien"
B: "Te traje un regalito !!!"Saca la taza del baúl de su auto y le dice:"Te la saqué ayer en el telo de ahí de Caballito, jejeje. Igual esto queda entre nosotros, eh"
A: Él abre un poco más la puerta de su casa y grita:"Gordaaaaa !!! Acá te vinieron a devolver la taza del auto que te robaron ayer a la tarde en el estacionamiento del Supermercado !!!

Leyendas urbanas en torno al BRINDIS

Una amiga me dijo que hay que brindar siempre con el vaso en la mano izquierda, eso predispone a sexo eterno.
A esta frase, siguieron otros mitos o leyendas urbanas que dicen:
- No brindar con agua, es mala suerte
- Siempre brindar con alcohol
- No chocar las copas, es mala suerte. Las copas se levantan pero no se deben chocar
- No brindar con vasos de plástico
- Cuando se brinda, hay que mirar al otro a los ojos, sino son 7 años de mal sexo (mas mala suerte que esto no creo que haya)
- Siempre que se brinda, antes de dejar el vaso o la copa sobre la mesa, se debe dar un sorbo, sino, es mala suerte
- No brindar con el vaso vacío. Es mala suerte.
- Las mujeres solteras deben brindar primero con los hombres si es que quieren dejar la soltería.

2008-10-14

El cuidador del cementerio

En el año 1910 un empleado que había sido cuidador del cementerio de la Recoleta durante 29 años, se suicidó. Su nombre era David Alleno, un inmigrante italiano que, aunque de origen humilde, era un enamorado del arte. Aparentemente, esta persona estaba fascinada con las maravillosas esculturas que adornan el cementerio, por lo que siempre tuvo el profundo deseo de que este sea su última morada y comenzó a ahorrar dinero para poder comprar su propia parcela dentro del cementerio. Su hermano, administrador del cementerio en aquel entonces, ganó la lotería y compartió el premio con David, lo cual le facilitó concretar su sueño. Así fue como construyó su propia tumba e inclusive viajó a su nativa Génova buscando a alguien que pudiera tallar su figura en mármol. Curiosamente, en la base de la misma, el escultor escribió: "fue cuidador del cementerio desde 1881 hasta 1910". Se dice que fue tal su emoción al ver la obra terminada y además, luego de leer esa frase, que no quiso contrariar lo que allí decía, por lo cual se suicidó para estrenar su bóveda.La persona que se encarga de la vigilancia nocturna jura haber visto el fantasma de David Alleno. Otros no lo han visto, pero aseguran que todavia se escucha el tintineo de las llaves a la hora en que comenzaban sus rondas, todas las noches.La bóveda tiene en la parte superior un busto de un señor con bigotes y en la puerta se lee "Juan Alleno", quien pudo ser el hermano o el padre de David, ya que ambos se llamaban igual.

Luz María García Velloso: la dama de blanco

Como habrán podido apreciar, me fascinan las insólitas historias de amor y tragedia que guarda el cementerio de la Recoleta. Tal vez, por su maravillosa arquitectura, por los ilustres muertos que descansan allí o, simplemente, porque me encantan las historias de fantasmas. Esta es otra de esas historias, la de Luz María García Velloso, quien murió en 1925, a la edad de 15 años, de leucemia. Era hija del dramaturgo Enrique García Velloso. Su tumba se encuentra a la derecha de la avenida principal del cementerio de Recoleta. Allí, una escultura de tamaño natural la representa dormida. Tras su muerte, su madre, desesperada y deprimida, obtuvo un permiso especial para permanecer junto a la bóveda por las noches, donde durmió en un pequeño espacio detrás de las rejas durante meses.A Luz María se le atribuye el protagonismo de la leyenda urbana más popular del mundo: la Dama de Blanco: dicen que varios jóvenes porteños se encontraron con una bella chica, a quien llevan a bailar o a tomar algo, ella siente frío y se lo comunica al jóven, este le presta su saco y ella lo mancha de café. Al día siguiente, cuando el joven concurre a la casa de la chica con el objetivo de recuperar su saco, lo atiende la madre, que le comunica que la jóven que había conocido horas antes está muerta desde hace años y le indica el lugar de su sepultura, en la Recoleta. El joven va al cementerio, incrédulo, y encuentra su saco sobre la bóveda. Algunas versiones más estrafalarias cuentan que el jóven, al conocer la verdad, enloquece o se suicida. Otra versión cuenta el encuentro de uno de los jóvenes con la madre de Luz María: la chica entra al cementerio una vez terminada la salida y se pierde entre las bóvedas, mientras el joven la sigue y comprueba que estuvo paseando con un espectro.El actor Arturo García Buhr decía que la había visto en las afueras del cementerio. Según contó Buhr, él le guiñó un ojo y siguió su camino. Durante años, los jóvenes porteños evitaron seducir a chicas en la esquina de Vicente López y Azcuénaga, lugar en el que se han dado la mayoría de los encuentros. Una vez más, una jóven que más allá de la muerte, va en búsqueda del amor que no pudo encontrar en vida o quizás, Luz María, no pudo dejar a su sollozante madre y se quedó para consolarla.

Olvidados en el ascensor

En el número 1841 de la calle Guido, una casona -actualmente sede del Consejo de Rectores de las Universidades Privadas (CRUP)-, fue el escenario de una historia teñida de sangre, una de las más negras de la vida porteña:
El 1° de enero de 1937, la familia Echagüe preparaba la casa para irse a la estancia donde pasarían los meses del verano. Ya todos habían salido de la casa menos el portero y su mujer, la mucama, que vivían arriba; pero el viejo mucamo Juan, que hacía las veces de mayordomo, creyendo que ya habían salido, cortó la corriente eléctrica y luego salió, cerrando con llave la gran puerta de entrada. Ahora bien; en el momento en que Juan cortaba la corriente eléctrica, el portero y su mujer venían bajando en el ascensor. Cuando tres meses después volvió la familia Echagüe, encontraron en el ascensor los esqueletos del portero y la mucama que se había convenido permanecerían en Buenos Aires durante las vacaciones.
Esta crónica está incluída en uno de los escritos de Ernesto Sábato, en el “Informe sobre ciegos” de su novela Sobre héroes y tumbas. Pero esta narración cobra una nueva dimensión en el momento en que el relator tiene la convicción de que aquel episodio era obra concienzuda y planeada por una secta, e imagina los macabros detalles del episodio: primero la sorpresa del portero al ver que el ascensor se detiene justo entre dos pisos; aprieta el botón una y otra vez, abre y cierra la puerta de fuelle. Luego grita hacia abajo. Nadie le responde. Grita varias veces más. Vuelve a gritar junto con su mujer; lo hacen durante cinco o diez minutos...y nada. Ninguno de los dos quiere decir algo desesperante, pero ya comienzan a pensar que tal vez se hayan ido todos y hayan cortado la corriente. Comienzan entonces a dar alaridos de terror, emitiendo aullidos de animales enloquecidos y acorralados, y golpean con debilidad creciente el bloque macizo del entrepiso. Pasan las horas y nada sucede en aquella silenciosa mansión abandonada; el horror empieza nuevamente a devorarlos. En aquel cuchitril, en las tinieblas, tirados en el suelo (se sienten, se tocan), ambos piensan en la misma y horrible cosa ¿qué comerán cuando el hambre sea insufrible? ¿cómo será la muerte por hambre?. En fin, es seguro que al cabo de cuatro días, quizá menos, de encierro hediondo y salvaje, el más fuerte coma al más débil. En ese caso, el portero come a la mucama, primero en forma parcial, empezando por sus dedos, después de golpearle la cabeza contra las paredes del ascensor. Finalmente la come íntegra. Dos detalles confirman mi reconstrucción, termina Sábato: la ropa de ella, arrancada a jirones, aparecía por el suelo, entre la inmundicia; muchos de sus huesos, también, como si hubieran sido arrojados uno después de otro por el mucamo caníbal. Mientras que el cuerpo podrido y parcialmente esquelético de él estaba a un costado, pero íntegro.” Historia, leyenda o imaginación, lo cierto es que muchos creyeron firmemente la veracidad del episodio, y se comenta haber oído, a altas horas de la madrugada, voces implorantes que surgían del hueco del ascensor o pasos lejanos resonando en la silenciosa casa desierta.

El fantasma del museo

El Museo de Arte Hispanoamericano "Isaac Fernández Blanco" guarda entre sus paredes una de las leyendas urbanas más populares. Este museo no solo custodia los objetos de arte de distintos períodos históricos, sino también una historia de fantasma que asustó incluso a un presidente norteamericano y a los poetas Oliverio Girondo y Manuel Mujica Láinez.
En ese lugar funcionó una compañía importadora de esclavos y mas tarde perteneció a la Parroquia del Socorro, en la década del 20 el arquitecto Martín Noel construyó allí un complejo de estilo neocolonial, con jardines andaluces. En 1937 se creó en el lugar un Museo que la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires llamaría mas tarde con su nombre actual.Se dice que en el lugar aparece el fantasma de una joven de 17 años que murió de tuberculosis cuando aún el predio era de dominio parroquial. En 1928, cuando ya era conocido como la “Mansión Noel” se alojó allí Herbert Hoover, presidente de los Estados Unidos, que se quejó por los lamentos y ruidos de puertas que se escuchaban por la noche y no le permitían dormir, incluso sus acompañantes dijeron haber visto una figura paseando por los jardines. También en tiempos actuales hay personas que aseguran haber visto una figura extremadamente blanca merodeando por el lugar.Los poetas y escritores de la década de 40 acostumbraban a reunirse en la casona del poeta Oliverio Girondo y su esposa Norah Lange, que vivían en las inmediaciones de la mansión Noel, los visitantes de la pareja aseguraban que por las noches veían al espectro, pasear por los jardines e incluso algunos decían que habían dialogado. Se dice que, en 1989, el “fantasma del museo” inquietó a la bailarina española Graciela Ríos Saiz al salirle al encuentro cuando ensayaba en los jardines del museo.Leyenda urbana o realidad, lo cierto es que esta aparición, que desde 1920 atormenta a distintos huéspedes de aquella mansión.

Elisa Brown: la novia de arena

Elisa, hija del Alte. Guillermo Brown, estaba comprometida con el marino Francisco Drummond, Pancho Drummond era escocés, pero luchaba en la marina inglesa. Se radico en Buenos Aires y empezó a frecuentar la quinta del almirante en Barracas. Alli conoció a Elisa. Él tenia 24 años y ella 17. Se comprometieron y planearon casarse cuando la guerra terminara.El 6 de abril de 1827, Drummond marchó a la guerra con la flota de Brown. Muy pronto sobrevinieron grandes dificultades.Drummond, que ya estaba herido, tomó un bote y fue arrimándose al resto de los barcos en busca de municiones para continuar la lucha. En el momento de abordar la goleta Sarandí lo alcanzo una bala enemiga. Drummond comprende que va a morir y entrega a su amigo, el capitán Coe, el anilo nupcial para Elisa y alcanza a mantenerse vivo hasta la llegada del propio almirante, en cuyos brazos muere. Elisa recibió la noticia sin derramar una sola lágrima. Algunos dicen que la envolvió una silenciosa demencia.Pasaron los meses y una tardecita de diciembre, se vistió con el traje de novia que no pudo estrenar para la boda y se sumergió en el Río de la Plata, acabando con su vida.Fue enterrada junto con Drummond en el Cementerio de la Iglesia del Socorro, nunca unidos en vida, al menos descansarían juntos en la muerte. Posteriormente fue trasladada a la Recoleta, donde descansa bajo la misma columna que su padre.Muchos aseguran haber visto su fantasma deambulando por la zona de La Boca y Barracas. Otros la han visto caminando por la costa del río, por donde suelen quedar sus huellas marcadas.

La Torre de Clementina

En el barrio de La Boca, sobre la calle Benito Perez Galdós 390, se encuentra uno de los edificios “malditos” de la ciudad, la torre de los fantasmas, obra del arquitecto Guillermo Álvarez. Según esta leyenda urbana, la artista que habitaba esta torre puso fin a su vida sin dejar evidencia de ello. Desde entonces, la Torre ganó fama de estar embrujada, y su actual residente asegura que, por la noche, los pasos de la muerta no lo dejan dormir. Algunos boquenses que pasan frente a ella, los más viejos, aún se persignan como protegiéndose de las historias que la rodean. En ese lugar vivió Clementina, una pintora que compartía sus días con una familia de gatos y, según los vecinos, no salía mucho. Todo hacía pensar que tenía una vida tranquila, casi aburrida, pero un día ocurrió algo que pronto se convirtió en una pequeña leyenda urbana.
A pesar de que prefería la soledad de su atelier, y quizás con el único fin de dar un poco de vuelo a su alicaída carrera pictórica, Clementina aceptó realizar una entrevista, la misma se realizaría en su propia casa, y Clementina accedió a que se tomaran fotografías de algunas de las obras que aún no había expuesto.La charla se desarrolló con normalidad, casi con monotonía, pero cuando el periodista hizo revelar las fotografías supo que esta podía convertirse en una de las mejores historias que habían llegado a sus manos. Sin perder tiempo, se dirigió a la casa de Clementina para mostrarle lo que había descubierto.La pintora se sorprendió al verla nuevamente, pero más lo hizo al ver las imágenes. Allí, entre sus pinceladas, aparecían tres hombrecitos muy pequeños que ella no había pintado. Los duendecillos o fantasmas parecían jugar sobre las telas, mezclándose entre los colores y los dibujos. Clementina no quiso hablar sobre el tema. Evidentemente perturbada por lo que acababa de ver, invitó al periodista a retirarse de su casa y sólo deslizó un enigmático comentario: "usted no tenía que verlos".Al poco tiempo Clementina aparecía en el diario, pero en la sección de noticias policiales. Algunos vecinos escucharon un disparo en la casa de la pintora y temiendo por su vida, llamaron a la policía. Nadie había salido del departamento cuando los oficiales llegaron al lugar, pero al forzar la puerta no encontraron nada extraño. Todo parecía normal, salvo por un pequeño detalle: ni Clementina ni sus pinturas estaban allí. Nunca se supo qué fue de ella.
En estos momentos la torre será convertida en una galería de arte colectivo, por lo que además de su fantasma, el espíritu de Clementina seguirá entre sus paredes.

Misterio en el Monumental

Me pasaron un artículo del Diario Popular que habla de una leyenda urbana que yo desconocía (si bien conocía el hecho ocurrido), se trata del misterio de la antigua puerta 12 del estadio Monumental. Si bien muchos de nosotros aun no habíamos nacido para ese enctonces, la mayoría sabemos que el 23 de junio de 1968 ocurrió la mayor tragedia del futbol argentino, exactamente en esa puerta del estadio, identificada con la letra M. Durante el final del partido entre River Plate y Boca Juniors por el campeonato Metropolitano, centenares de hinchas intentaban abandonar el estadio y un error de organización que aun no encuentra culpables generó la tragedia: algo impedía la salida, los molinetes estaban trabados (una trampa terrible si los simpatizantes que están abajo no pueden salir y los que están arriba empujan y empujan sin saber qué sucede). En ese instante se produjo una avalancha que arrojó el saldo de 71 muertos y más de 60 heridos, la mayoría asfixiados. Detrás de esta tragedia hay una leyenda urbana: siempre cerca del aniversario de la tragedia, precisamente frente a esa entrada aparecen prendas, zapatillas y pertenencias de usanza habitual en aquel año y que nadie, absolutamente nadie, puede explicar su presencia que, incluso, a veces se repite en otros momentos del año.Como medida para afrontar los extraños fenómenos, las autoridades de River promovieron que el estadio fuera bendecido y si bien los sacerdotes hicieron su trabajo acorde a las normas eclesiáticas, las manifestaciones extrañas nunca desaparecieron. Fuente: Diario Popular del 22/06/2008.

Fantasmas del Banco Nación

El edificio del Banco Nación, sito en Rivadavia y 25 de mayo fue construido sobre un terreno conocido como "El Pozo de las Ánimas", donde estuvo la primera Capilla de la Colonia y su cementerio.
Según denuncian empleados de seguridad y limpieza del edificio, una niña fantasma se pasea por una zona de máxima seguridad del Banco Nación. Uno de los empleados asegura haber escuchado ruidos en ese sector. De hecho, la cámara 4 del circuito de seguridad del Banco registró a una niña de aspecto fantasmal y de silueta difusa con una muñeca en sus manos en un sector del segundo piso del edificio. Nunca hubo explicaciones pero se sabe, aunque fue negado repetidas veces por las autoridades del Banco, que la niña no fue la única aparición sinó la más mentada.

Los fantasmas de la bombonera

Resulta que no solo el Monumental es escenario de sucesos inexplicables, la Bombonera está repleta de historias vividas y contadas por los empleados del lugar.
Entre las muchas historias, hay personajes que se repiten en varios relatos: un hombre de camisa blanca que está sentado en las butacas del sector L de la Bombonera, una mujer vestida de novia y un chico que viste bermudas, zapatillas blancas y remera azul. -Al hombre de la camisa blanca, un día llegamos a acorralarlo- cuentan los empleados de seguridad- fuimos con los muchachos por distintos sectores, y... Fue increíble, se esfumó. Lo veíamos, lo veíamos bien cerca y en un momento no lo vimos más. Desapareció"-.Cuentan también que lo más habitual es ver luces que se encienden en distintos sectores. Después de la recorrida final, se apagan todas las luces. Pero de repente se pueden encender las del vestuario de Primera e incluso las de los baños.En la Bombonerita, se abren puertas que estaban cerradas con llave.Cuenta Oscar Verna, el encargado de mantenimiento de las máquinas de café, que luego de terminar su trabajo a las 9 de la noche en el primer piso de La Bombonera empezó a escuchar los pasos de la hinchada bajando las escaleras.Durante la madrugada, en las recorridas de rutina y cuando las luces están apagadas, "se escuchan ruidos que llegan desde la bandeja que utiliza La Doce, se observan sombras movilizándose a toda velocidad y en distintas direcciones", según el testimonio de un vigilador.Algunos aseguran que mucho contribuye el hecho de que cada tanto se dispersen, en el césped de la Bombonera, las cenizas de socios muertos a los que se les cumple esa última voluntad.Federico Retore, utilero del equipo de básquet, ya no va más tres horas antes de los partidos: "Lo peor me pasó una noche que llegué a las 11 para preparar la ropa de los muchachos porque a las 2 nos íbamos a Sunchales y a Paraná. Salí a fumar un cigarrillo y afuera vi a un hombre alto, de traje gris. Era de tez blanca pero no alcancé a distinguir sus facciones. Ni me di vuelta para entrar y el tipo había desaparecido. Los muchachos me dicen que, por la descripción que les di, puede ser el utilero anterior, el Tarija Fernández". El Tarija Fernández era, efectivamente, el anterior utilero y murió hace un tiempo en un baño de Casa Amarilla. Retore también se acuerda del día en que escuchó pelotazos en el gimnasio y ruido de mancuernas chocando con el piso. Eran sonidos sin una imagen que los acompañara. Nadie estaba jugando al básquet, nadie estaba haciendo gimnasia.

2008-05-31

El loco y los novios

En uno de los miles de pueblo hay un famoso manicomio al cual van a parar individuos de todas partes de la región con todo tipo de problemas mentales, algunos de ellos son realmente peligrosos. Un sábado por la tarde corría por el pueblo el rumor de que se había escapado del manicomio un "loco" de los más transtornados y peligrosos.
Esa misma noche, una pareja de enamorados de un pueblo vecino y a punto de casarse, se disponía a volver a casa después de una noche de juerga. A un par de kilómetros de su casa el coche se les queda sin gasolina y se detiene en el arcen de la carretera. Después de estar un tiempo esperando a que alguien les pudiese socorrer sin fortuna, el novio decide acercarse a por una lata de gasolina ya que la gasolinera estaba cerca, quedándose la novia al cuidado de el coche.
Habían pasado ya 2 horas, el novio aún no había regresado y estaba ya muy nerviosa cuando de repente comienza a escuchar unos sonidos fuertes, secos y entrecortados en el techo del coche, como si lo estuviesen aporreando. Aterrorizada, decide salir corriendo del coche y cuando está un tanto alejada gira la cabeza y observa que sobre el coche hay una persona dando golpes sobre el techo con una cabeza humana: LA DE SU NOVIO.
A partir de esa noche la chica cayó en una profunda crisis nerviosa que no superó y fue internada en el manicomio, donde aún permanece. Esa misma noche, un par de horas más tarde, la Policía detuvo al "loco" que se había escapado con las manos y la ropa completamente empapada en sangre...

La sesión espiritista

En un pueblo ocurrieron estos hechos, contados por alguien de la misma localidad. Una noche, cinco chicos se reunieron en una vieja y solitaria casa abandonada en mitad de tierras de huerta con el fin de hacer espiritismo.
Lo prepararon todo, comenzaron, y como en cada sesión que se precie, uno de ellos, el portavoz, hizo la cuestión de inicio: "Si hay alguien que te moleste aquí, dinos quién es y se irá".El vaso indicó dos nombres, los dueños de los nombres se miraron sorprendidos y se despidieron de los otros tres. Volverían al pueblo caminando y ya se verían más tarde.
Dejaron a los otros tres con su sesión de espiritismo y conversaron por el camino. Cuando llevaban unos cien metros andados, escucharon un ruido y se giraron: La casa caía derrumbándose sobre los tres chicos que se habían quedado en la sesión espiritista.

El niño agresor

"Cuando ocurren cosas, normalmente es a una persona o un grupo de personas compartiendo la misma experiencia, pero esto que voy a contar sucede en un pueblo, y ocurre a todos sus habitantes, los cuales ya están acostumbrados... Pero yo, como visitante, y mis primas, hemos vivido unas experiencias que a la gente de allí les parece "normales".Fuimos a ese pueblo donde mis tíos tenían en las afueras una casa cerca del pantano. Para ir al pueblo tenías que seguir un camino de tierra durante cuatro kilómetros hasta llegar. Como en la casa de noche nos aburríamos, mis tíos nos acercaban al pueblo en coche para que pasáramos allí unas horas con los chicos del pueblo. Era verano y las noches invitaban a pasarlas hablando y disfrutando de compañía.Los chicos del pueblo al principio nos parecían muy fantasiosos o que nos querían meter miedo. Decían que algunas noches se oía el gemido de un niño pidiendo ayuda... pero no venía de ninguna parte, sino de todo el pueblo. Cada uno de los habitantes lo oía en su propia casa, en la calle, en la tienda, en el bar... partía de las paredes, del suelo... a veces incluso sentían un empujón violento que los lanzaba al suelo... Contaban que incluso una mujer embarazada perdió a su hijo en la plaza una tarde en la que se encontraba hablando con unas amigas al sentir que unas manos aprisionaban su vientre con tanta fuerza que la hizo abortar allí mismo. Ella estuvo a punto de morir y cuando se recuperó, se fueron del pueblo y no volvieron a él. Les preguntamos que quién podría provocar esas cosas... y que después de lo de la mujer ¿cómo es que la gente no se va del pueblo también? Entonces nos contaron una especie de leyenda y del por qué creen que "eso" atacó tan ferozmente a la mujer.Hacía unos diez años, unos niños del pueblo decidieron irse una noche de verano a otro pueblo vecino. Para ello tenían que atravesar un campo donde en uno de los laterales estaba el cementerio que compartían los dos pueblos y que se hallaba justo a la mitad del camino. Cuando ya estaban bien avanzados oyeron un crujido a sus espaldas. Era el hermano menor de uno de ellos. Le instaron a que se volviese a casa pues no querían cargar con críos y éste se negó en rotundo, más que nada es que le daba miedo volverse solo. Entonces decidieron despistarle. Al llegar a la altura del cementerio dijeron que iban a jugar para esconderse en él. Como había luna llena se veía bastante bien, este chico aceptó sinsospechar nada... Ya en el cementerio, uno contaba y los demás se escondieron todos juntos, mientras este chico se escondía en otro lado pensando que todos estaban haciendo lo mismo. Cuando ya le perdieron de vista, los chicos se reunieron y salieron por una de las tapias dejando a este chico escondido. No podían evitar reirse de lo fácil que había resultado engañarlo hasta que oyeron un grito desgarrador... Al principio pensaron que se trataba de una broma, hasta que el segundo grito reaccionaron y volvieron a entrar en el cementerio... Estuvieron buscando por todas partes pero no le encontraron, gritaron su nombre, dieron vueltas y más vueltas y nada. Al cabo de muchas horas, cuando ya despuntaba el alba decidieron buscar ayuda en el pueblo con la esperanza de que el chico les hubiese gastado una broma y se hubiese ido a casa. Al llegar al pueblo, el hermano fue a su habitación, no había dormido allí, la madre le preguntó por su hermano pequeño y éste le tuvo que contar la verdad. La madre avisó al padre y éste a todo el pueblo... Salieron todos en busca del muchacho al cementerio. Cuando llegaron allí, uno de los vecinos descubrió con terror que el cuerpo del chico se encontraba en una de las fosas que acababan de abrir días antes para un nuevo difunto... El chico tenía la cabeza reventada, los huesos de las piernas y de los brazos retorcidos en una figura grotesca, los ojos cristalizados por el pánico y la boca en una mueca de absoluto terror... Fue un día negro en todo el pueblo, nadie se explicaba lo que había ocurrido allí. El hermano, con los años, fue internado en un psiquiátrico pues decía que su hermano se estaba vengando de él, le veía en todas partes, le pegaba... Los médicos le diagnosticaron neurosis obsesiva post-traumática, pero no podían explicar los contínuos moratones que aparecían por todo su cuerpo, incluso en la cara...Al cabo de unos años, la madre de estos hermanos se quedó embarazada... y a los siete meses le ocurrió lo que ya contaron antes: Algo había provocado la muerte de su bebé y quizás su propia muerte de la que escapó por poco. Los chicos decían que los gritos que oían por las noches eran iguales que los que oyeron en el cementerio.Oyendo esta historia la verdad es que les creímos... habíamos pasado un buen rato de miedo y nuestro tio nos vendría pronto a recoger para llevarnos a casa... Cuando íbamos hacia el coche, sentí un golpe fuerte en mi espalda que me obligó a apoyarme en mi prima de una forma violenta. Casi nos vamos las dos al suelo... Miré hacia atrás, pero los chicos estaban hablando entre ellos a unos tres metros de nosotros. Mi tío dijo que me había tropezado. Mi prima, sin convencerse del todo, fue hacia los chicos, cuando de repente volvió la cabeza hacia el otro lado de forma violenta... Dijo que alguien la había abofeteado... y tenía una mano marcada en la cara... una mano pequeña... Nos asustamos muchísimo... y empezamos a gritar presas de la histeria... Los chicos vinieron a auxiliarnos mientras mi tío abría el coche rápidamente para meternos dentro. Los chicos hicieronuna barrera con sus brazos protegiéndonos de lo que fuese y pudimos meternos en el coche. Por el cristal pude ver cómo golpeaban a algo invisible que les estaba atacando. Mi tio condujo a gran velocidad tocando el claxon como un loco. Al llegar a la casa llamó a mis otros tios y todos fueron al pueblo a ayudar a los chicos, pero ya todo había pasado. Éstos se encontraban agotados por la lucha, con arañazos, golpes... pero dijeron que estaban acostumbrados, que no pasaba nada.Las agresiones en ese pueblo son esporádicas y no siempre a las mismas personas... pero ellos sienten que tienen que estar ahí para que ese niño que murió de forma tan violenta no esté solo... Llegará el momento en que pueda descansar en paz."

El bulto negro en la calle

En aquel típico barrio de camino angosto en el que hay casitas de barro muy antiguas y entre casa y casa hay fincas de cacao, también hay cultivos de maíz, o algodón; es costumbre de los hombres ir al pueblo a tomar cerveza y jugar al billar, regresando a muy altas horas de la noche, borrachos, casi siempre en grupos.Una de esas noches un muchacho, decidió regresar solo a su casa, aprovechando que había comprado una bicicleta, la noche estaba muy oscura porque no había luna y los postes de alumbrado tenían los faros rotos. Justo a mitad de camino, iba pedaleando lento, cuando de pronto vio algo que le pareció como un borracho tendido en mitad del camino. Se preocupó por el posible estado de aquel hombre, así que se bajó de su bicicleta y le gritó: "¡Despértate!".Como no pasó nada, se acercó más y le dio una ligera patada, cuál no sería su sorpresa cuando sintió que no era el cuerpo de un hombre, era como un bulto, de consistencia gelatinosa, que al ser pateado, salió flotando hacia la finca; los pelos del muchcho embriagado se erizaron y un escalofrío recorrió su cuerpo. La borrachera se le fue inmediatamente y como pudo, agarró su bicicleta e intentó pedalear pero la cadena se había safado, así que la arrojó y salió corriendo como alma que lleva el diablo y gritando por todo el camino. Al llegar a casa, su mamá le abrió las puertas y él cayó desmayado. Nunca más volvió a regresar tarde del pueblo.
Muchas historias acerca de los bultos negros se cuentan, y parece que es cierto, pero no sólo hay bultos negros, también se sabe de brujas y duendes, pero eso será en otra ocasión.

La vasija de la bisabuela

Una mujer y su marido iban cada verano de vacaciones a un caserón antiguo que estaba en medio del bosque, en el cual vivió su bisabuela, hasta que falleció años después de que desapareciera Andrés, el bisabuelo de ella, en extrañas circunstancias. A ellos les encantaba hacer senderismo por allí. Sin embargo, ese año había desastres naturales en aquella zona y no podía dedicarse al deporte del senderismo así que decidieron quedarse en la casa y jugar a juegos de mesa y bañarse en un pequeño lago que había a pocos metros de la casa.Esa tarde el marido fue al trastero, que se encontraba detrás de la casa, a coger una madera para encender la chimenea pues llovía mucho y hacía un frío insoportable. Cuando salía de allí, sonó un raspar en una de aquellas gigantesca vasijas que moraban en aquel lugar como 100 años y pensó en que todos los años lo escuchaba y ése sería el último.Le comentó a Laura que allí debía haber una rata o serpiente y decidieron limpiar entre los dos aquel cobertizo, que no se había tocado desde que murió su abuela y así se entretenían en algo. A la mañana siguiente se pusieron manos a la obra. Aquel sitio estaba inundado de polvo, telas de araña y nidos de pájaros vacíos, pero por ningún sitio se veían ni ratas, ni serpiente alguna, así que decidieron abrir aquellas vasijas. Pues podía ser que dentro de alguna de ellas hubiese caído el pobre animal y estuviese luchando por salir de allí.Cuál fue su sorpresa al encontrar que al abrir la vasija más grande, no encontraron más que huesos, pero no de animal, sino de una persona y unos de los huesos del brazo -tal vez radio o cúbito- estaba desgastado como si hubiera estado raspando la vasija para que le sacaran de la vasija. La chica y su marido decidieron ir al pueblo a investigar, para saber de quién podían ser aquellos huesos. Estuvieron como dos días preguntando a la gente, todos los que habitaban aquel pueblo desde hace tiempo le contaron lo mismo: Su bisabuela, en un ataque de locura, por las palizas que le daba su marido, decidió matarlo, pero que nunca supieron qué fue de él, pues no encontraron su cadáver.

La galletita asesina

Se cuenta que una joven fue a un supermercado cercano a hacer las compras.
En el transcurso de la tarde, mucha gente la vio sentada en el coche con las ventanillas subidas y los ojos cerrados, con ambas manos detras de la cabeza.
Un cliente que había estado en el supermercado un rato se preocupó y se acerco al coche. Se dio cuenta de que la chica había abierto los ojos y que presentaba un extraño aspecto.
Le preguntó si se encontraba bien, y ella contestó que le habían pegado un tiro en la nuca y que llevaba una hora sujetando su masa encefálica.
El hombre llamó a un médico que para poder entrar en el coche tuvo que romper la ventanilla, ya que el coche estaba cerrado y la mujer se negaba a quitar las manos de su cabeza.
Cuando finalmente entraron, descubrieron que lo que ella tenía un pegado era un bollo blando en su cabeza. Un paquete de galletas había explotado por el calor, haciendo un ruido fuerte, y el pegote le había dado en la nuca. cuando se toco para ver que era, solo sintio algo blando, así que pensó que se trataba de su cerebro. En un principio se desmayó, pero se recuperó enseguida y trato de sujetar su cerebro durante mas de una hora hasta que alguien vino en su ayuda.

2008-03-19

Burgos, el descuartizador de Constitución

Primero fue el torso, después las piernas, más tarde la cabeza. Corría el verano de 1955 cuando estos macabros hallazgos espantaron a los porteños. Era el cadáver despedazado de una mucama de 27 años que había encontrado la muerte de la mano del amor.
¿Qué novedad traía el carnaval de 1955? Ninguna, pensaban los periodistas en aquel tórrido febrero. Salvo que el disfraz de moda ya no era el del Zorro, ni el de oso Carolina, sino el de marciano con antenitas. Los mejores bailes fueron los del Club Comunicaciones, donde tocaron las orquestas de Ray Nolan, Ary Barroso y Aníbal Troilo. Aquel verano, Pichuco estrenó Fangal, un tangazo póstumo de Discépolo. Sin embargo, aquel verano que pintaba para aburrido sería luego recordado como… el verano del crimen. La mañana del viernes 19 de febrero de 1955, en un paraje llamado Loma Hermosa, a cuatrocientos metros de la estación Hurlingham, en el noroeste del Gran Buenos Aires, un cura que caminaba cerca de la fábrica de cajas de cartón La Holandesa había encontrado el torso de una mujer descuartizada. La luz roja se encendió en las redacciones. El viernes siguiente, 26 de febrero, en un desolado rincón del sur de la ciudad, donde se juntan la avenida Cruz y la calle Pedernera, se encontró un envoltorio similar: eran las dos extremidades inferiores, desde el pie hasta la rodilla, además de un muslo. El horror se desató en Buenos Aires cuando, pocas horas después, un marinero de la chata Sheop, que navegaba por el Riachuelo, avistó un objeto raro que flotaba a la altura de la calle Martín Rodríguez. La Prefectura rescató un canasto de alambre con el consabido paquete: contenía una cabeza de mujer, los brazos, alguna ropa. Comenzaron a circular todo tipo de rumores. ¿Eran los restos de una única mujer o de varias? ¿La ciudad estaba amenazada por un asesino feroz, un Jack el Destripador porteño? La prensa filtraba con cuentagotas detalles macabros que erizaban a la población y multiplicaban la psicosis. El asesino había limado las yemas de los dedos de su víctima. Los envoltorios no tenían ni una gota de sangre. ¿Dónde había sido asesinada? Una primera conclusión se imponía: la habían matado, desangrado y después cortado en partes. Se convocó a los mejores forenses, como el doctor Francisco Fablet, para que analizaran los restos. El médico respondía así las preguntas de la prensa: –¿Cómo fue despedazada la mujer? –Con un serrucho y por lo menos dos cuchillos. La cabeza fue seccionada en el nivel de la quinta vértebra cervical. –¿El asesino tenía conocimientos para realizar esas mutilaciones? –Podría ser, pero no es seguro. Muñeca rota En la Morgue Judicial de la calle Viamonte, los restos fueron "rearmados" como pedazos de una muñeca rota. La cabeza había estado sumergida en el agua del Riachuelo varias semanas. Ni siquiera se distinguía el color de los cabellos. Algunos porteños hicieron horas de cola en la puerta de la Morgue para ver el cuerpo. Los cirujanos del hospital Argerich advirtieron un detalle revelador. La mujer muerta tenía una cicatriz en el hombro que sólo podía provenir de una operación poco común: una osteosíntesis, destinada a solucionar una fractura de clavícula. Había dos cirujanos que practicaban esta cirugía en la Argentina. Así fue identificada la mujer cortada en pedazos. Se llamaba Alcira Methyger. Veintisiete años. Nacida en Salta. Empleada doméstica. Había sufrido un accidente de tránsito en 1954, por el cual había sido operada. Ultimo domicilio conocido, Bernardo de Irigoyen al 1500, la casa de sus patrones, una familia que veraneaba todo el mes de febrero en Mar del Plata. Antes, Alcira había vivido en el Hotel Gran Sur, de la calle Chacabuco, frecuentado por trabajadores del interior. Allí aún habitaba Ana Urbana Methyger, también doméstica. –¿Usted es la hermana de Alcira Methyger? –preguntó el comisario Evaristo Urricelqui, jefe de Homicidios. –Sí, ¿por qué?, ¿qué pasó? Una Ana Urbana Methyger en estado de shock reveló que Alcira tenía varios novios. El último se llamaba Ramaroso, y fue detenido en un espectacular procedimiento, pero nada tenía que ver con el crimen. Al fracasar la pista de Ramaroso, los investigadores apuntaron a un hombre de 36 años llamado Jorge Eduardo Burgos. Trabajaba como corredor de una pequeña empresa papelera y encuadernadora, propiedad del padre. Estaba relacionado hacía diez años con la Methyger y era muy conocido por los allegados de ésta.
Ana Urbana Metyhger se lo señaló a la policía y lo mismo hizo Berta Saavedra, otra amiga íntima de la infortunada, también doméstica, que estaba en Mar del Plata y que agregó este detalle: Alcira era pretendida por Jorge Eduardo, pero ella lo había rechazado porque en su vida había aparecido "otro hombre". Burgos vivía con sus padres en un departamento del tercer piso en la avenida Montes de Oca 280. Tenía un buen nivel cultural, ya que había terminado el secundario y luego había completado el estudio de varios idiomas, en especial el inglés. La policía se dirigió al domicilio de los Burgos. Era el 16 de marzo de 1955. En la casa vivía también una hermana bastante más joven. Para la familia fue una sorpresa tremenda que la policía buscara al hijo mayor. Pero, ¿dónde estaba Burgos? Había viajado a Mar del Plata para pasar una temporada de descanso. Iba en El Marplatense, el tren nocturno que paraba en Dolores y en Maipú. Varias comisiones salieron para allá, perforando la noche de marzo en la llanura. Cuando los coches frenaron en la estación de Dolores, se alejaba el farol rojo del último vagón. Redoblaron la carrera y llegaron a Maipú a tiempo. No querían delatar su presencia. La policía no sabía con quién iba a encontrarse. ¿Quizá con un hombre violento que vendería cara su libertad? Pronto individualizaron a la presa: un hombrecillo de rostro mofletudo y anteojos de intelectual que dormitaba tranquilo en su asiento. Urricelqui y los demás detectives lo detuvieron cuando el tren llegó a Mar del Plata y lo llevaron de vuelta a Buenos Aires, donde quedó detenido en el Departamento de Policía. Burgos habló. Conocía a Alcira desde el año 1944, cuando ella, recién llegada de Salta, alquiló una pieza en el departamento de la familia de él. Cuando Alcira se fue de la pieza siguieron viéndose. Burgos, con la verborragia propia de las homicidas que confiesan, siguió así su relato: discutían porque ella quería "concretar" y él dudaba.
Durante febrero, la familia Burgos se había ido de vacaciones a Necochea. Jorge Eduardo quedó solo en su casa. Burgos narró los paseos de la pareja durante aquel verano. Las visitas al departamento. La discusión, aquella noche de febrero en Montes de Oca.
La carta de otro hombre que él había descubierto en un libro que tenía Alcira en la cartera. La pelea feroz, los dientes de ella apretándole un dedo. La furia de él, que para desprenderse le aprieta el cuello, y la caída. El pánico, cuando se da cuenta de que ella no respira. El cuerpo desnudo de Alcira en la bañera, Burgos que se saca la ropa para descuartizarla. Las ocho horas que le lleva cortarla en pedazos. Los paquetes. Los viajes en colectivo para arrojar los bultos en distintos lugares. Un hombre enjaulado
El comisario Plácido Donato, hoy retirado, que había ingresado poco antes a la Policía Federal, recuerda a Burgos detenido. –Estaba sentado, temblando como un chico, con los ojos cerrados, los dientes apretados –recuerda Donato–. Lo descubrí cuando me mandaron a cuidarlo. La policía temía que pudiera suicidarse… Llegaban policías desde todos lados para observar al curioso ejemplar de hombre enjaulado. Algo que ocurrió imprevistamente me llenó de piedad. El "curioso ejemplar" me tocó el brazo levemente. Una lágrima corría por su rostro. Burgos me susurró: "Papá… Mamá… Ellos estaban en Necochea. Felices estaban… Mire ahora qué lío…" A mediados de marzo de 1955, la policía llevó a Burgos a Montes de Oca 280 para que reconstruyera el crimen. Una mujer policía cumplió el rol de Alcira. El asesino volvió a narrar minuciosamente sus pasos. Cuando se difundió entre el vecindario la noticia de que él estaba allí, se reunió una verdadera multitud que pretendía lincharlo. La policía tuvo que empeñarse para protegerlo. Durante los meses siguientes, los porteños siguieron hablando del caso Burgos. Los martes y viernes se publicaba la revista Ahora, especializada en crímenes y noticias del espectáculo. Estaba muy mal impresa, aun para la época. Sin embargo, la compraban con puntualidad miles de lectores. Ahora dedicó muchas páginas al crimen y todos sus avatares. Los dos bandos Mientras el caso se dilucidaba en los Tribunales, se desenvolvió otro capítulo del crimen. La sociedad se dividió entre los que apoyaban a Alcira y los que eran partidarios de Burgos. Comenzaron a llegar a la redacción de Ahora cartas de lectores que se identificaban con uno u otro.
Para algunos, Alcira Methyger, doméstica, provinciana, había sido engañada por un joven culto y de buenos medios económicos. Jorge Burgos representaba, para esos lectores, el prototipo del seductor irresponsable, del rico que, tras divertirse con una "morochita", la había asesinado y, sin la menor piedad, luego la había despedazado. Otros lectores, en cambio, simpatizaban con Burgos: Alcira era una arribista que había embaucado a un buen muchacho, tímido, apocado, culto, al que la pasión perdió. Dando por descontado que el crimen de Burgos había sido preterintencional (no deseado), como alegaba el asesino, muchos lectores lo veían más cómo víctima que como verdugo. No hace falta mucha perspicacia para vislumbrar en esta polémica el conflicto social latente en la Argentina de 1955, dividida en dos mitades irreconciliables: peronistas y antiperonistas, cabecitas negras y gorilas. Se incubaba un otoño en el que aquella división estallaría con violencia. La historia barrió con las peripecias del crimen de Burgos. Al mediodía del 16 de junio de 1955, aviones navales sobrevolaron la Plaza de Mayo y bombardearon la Casa de Gobierno. Intentaban asesinar al presidente Juan Domingo Perón. Centenares de personas, peatones y manifestantes, cayeron muertos en la Plaza de Mayo. La revista Ahora dedicó sus páginas principales a las espeluznantes fotos de esta masacre. Del caso Burgos no volvió a hablar. El 16 de septiembre de ese mismo año, un golpe militar echó a Perón. Y un mes después, el 19 de octubre, salió a la calle una nueva publicación con las mismas características de la anterior. Se llamaba Así y la dirigía Héctor Ricardo García. Pero el caso Burgos ya no volvería a las primeras planas. El juez de sentencia lo condenó a veinte años de prisión por homicidio simple. El descuartizamiento, conforme a la teoría sentada en el caso Donatelli, no era una forma de crueldad sino el intento de escapar del castigo. El magistrado debía aplicar la pena optando entre los extremos que señala el artículo 79 del Código Penal para la figura de homicidio: de 8 a 25 años. Lo condenó a 20. Cuando el caso llegó a la Cámara, los argumentos de Burgos –su explicación sobre la pelea y su perfil de buen ciudadano– pesaron. La Cámara rebajó su pena a 14 años. En la cárcel observó una conducta ejemplar. Se convirtió en un hombre religioso. Por eso, en 1965 fue beneficiado por la libertad condicional. Había permanecido diez años y ocho meses en prisión. Burgos regresó a la casa de Montes de Oca. Se negó sistemáticamente a hablar con los periodistas que lo acosaban. Sólo recibió a un redactor y a un fotógrafo de Primera Plana, con los que habló en el comedor del departamento. No les permitió pasar al baño en el que había descuartizado a Alcira.