• Un EsPaCiO pArA cOnOcEr MáS dE cErCa A lA cIuDaD qUe NuNcA dUeRmE... pArA dEsCuBrIr QuÉ nO lA dEjA dOrMiR...

  • A quién no le han contado alguna vez algún relato extraordinario pero que sin embargo roza el costado de lo increíble. Son experiencias que le ocurrieron al amigo de un amigo o al vecino de Fulanito pero que dentro de la cadena de relaciones nunca permiten llegar a la raíz del asunto. Lo cierto es que esas historias constituyen las leyendas urbanas de cada ciudad, sus cualidades míticas.

2007-09-10

La leyenda de Felicitas Guerrero


A mediados del siglo XIX, con sólo 15 años, Felicitas Guerrero, hija de un inmigrante español, se perfilaba como una de las jóvenes más bellas de la Ciudad. Los jóvenes de las familias más aristocráticas empezaron a cortejarla, hasta que su padre la entregó en matrimonio a Don Martín Gregorio de Álzaga, un hombre entrado en años, hacendado y dueño de gran parte de las estancias de Buenos Aires.

La boda se llevó a toda pompa; entre los presentes estaba Enrique Ocampo, un hombre de la alta sociedad porteña; quien amaba a la jovencita en secreto.
El matrimonio no era muy feliz, tuvieron un hijo que murió víctima de la epidemia de fiebre amarilla a los 3 años. Meses después, Felicitas queda embarazada nuevamente pero pierde el bebé al poco tiempo, generando una profunda depresión en Don Martín de Alzaga el cual muere al poco tiempo de la muerte de su hijo.
Felicitas, con 25 años, se convierte así en una viuda rica y acaudalada. Empieza a ser asediada por gran cantidad de pretendientes, entre ellos Enrique Ocampo quien cree que está en su momento ideal para enamorar a la muchacha.

Pero Felicitas, luego de cumplir con un riguroso luto, conoce a Samuel Sáenz Valente en una reunión y ambos quedan profundamente fascinados. No tardó en nacer una relación amorosa que terminaría en el altar.

Enrique Ocampo, terriblemente angustiado con la noticia de perder nuevamente a la mujer amada, visitó una mañana a Felicitas para mostrarle su disconformidad y en un arrebato, le disparó por la espalda.
Felicitas, malherida cayó instantáneamente al suelo. Al ver lo que acabó de provocar, Enrique apuntó el arma en su cabeza y se suicidó al instante. Los cuerpos fueron encontrados por el primo de Felicitas, Cristian De Marías, el cual se dio cuenta que ella aún estaba con vida. Felicitas Guerrero de Álzaga murió tres días después luego de una intensa agonía, el 30 de enero de 1872 a los 26 años de edad.

La fortuna pasó a manos de sus padres, los cuales erigieron en honor a su hija una capilla en el lugar donde ocurrió el pasional asesinato.

La Iglesia de Santa Felicitas se inauguró el 30 de enero de 1876 en el barrio de Barracas.
Son numerosos los relatos de los vecinos. Muchos afirman que el fantasma de Felicitas vaga por la iglesia y todos los 30 de enero se la puede ver llorando tras la rejas de la entrada. Otros afirman que las campanas suenan inexplicablemente estando la iglesia vacía. Hay una escultura de Felicitas y su hijo Félix en el interior de la iglesia, a la cual se le atribuye el poder de traer la desgracia a quien ose besarla. También es común el mito que dice que el que toque las rejas de la entrada, recuperará a su amor para siempre.
Quienes viven en Buenos Aires y quieran visitar la iglesia, ésta queda en Pinzon 1480, Barracas, frente a la Plaza Colombia.

Se dice que al entrar se siente una energía total que pone los pelos de punta a cualquiera.

¡Ah! No olviden que los restos de Felicitas están allí mismo sepultados.

3 comentarios:

UtopiaN dijo...

uauuu muy buen blog! me quedé atrapada con esta leyenda, y con ganas de leer las demás...

Axel dijo...

Que triste historia. Pero realmente admiro los ovarios de esta mujer que alla en 1860 y pico se banco una desgracia que no cualquiera se banca y encima cuando se vislumbraba un poco de amor y felicidad, termina muerta por un hijo de puta cobarde, que no tuvo los huevos para bancarse no tenerla a ella.

Alex Von Kluge

Axel dijo...

Que triste historia. Pero realmente admiro los ovarios de esta mujer que alla en 1860 y pico se banco una desgracia que no cualquiera se banca y encima cuando se vislumbraba un poco de amor y felicidad, termina muerta por un hijo de puta cobarde, que no tuvo los huevos para bancarse no tenerla a ella.

Alex Von Kluge